El 22 de de junio del 2010 soñé que había ocurrido el arrebatamiento. Vi personas desesperadasbuscando algo y era a sus familiares, a sus hijos, padres, hermanos; gritaban y gritaban desesperadamente y los llamaban por sus nombres y decían: -¿donde están, qué se hicieron?- y lloraban y lloraban amargamente (el lugar del sueño era en los EEUU).
Era un gran día de clamor y lágrimas, habían personas que buscaban por debajo de los carros; otras personas, que sabían que había ocurrido el arrebatamiento, se encaramaban arriba de los carros y gritaban: -¡Señor, Señor, te olvidaste de mí, llévame, llévame, ¿porqué me quedé?, ¡no me quiero quedar aquí!-y extendían sus manos hacia arriba y se empinaban diciendo: “Señor, Señor”… lloraban desconsolados, y se decían:
-¿porqué, porqué me quedé, porqué me quedé aquí?-
Y otros decían:
-“yo no sabía que me iba a quedar”-.
En ese momento grito y lloro y le dije: -¡Señor, Señor, yo también me quedé, porqué Señor!- y lloraba. Fue cuando escuché al Señor Jesucristo que me dijo: -“hija, esta es una visión de lo que sucederá para los que se quedan, tu estás fuera de la visión”-.
Allí dentro hablaban bien bajito, como susurrando para que no los escucharan y ni los encontraran, pero de repente, aparecían de la nada unos demonios y cuando estos se percataban que habían cristianos escondiéndose, automáticamente informaban a los agentes del anticristo (no sé cómo).
Sus uniformes eran de un color gris, como el plomo, opaco; de ese mismo color eran las gorras que usaban y sus zapatos eran negros.
Los agentes del anticristo eran perversos, muy malos, odiaban tanto a los cristianos que eso se hacía evidente.
Cuando atrapaban a algún cristiano, los castigaban, los encadenaban y los apresaban.
Ninguna persona podía tocar físicamente a los cristianos, ni los agentes ni tampoco las personas civiles.
Sin embargo entre los que tenían la marca (el sello de la bestia) existía el contacto físico, era una absoluta discriminación, ya que para ellos los cristianos eran detestables, repugnantes, no los podían tocar.
Era un recinto inmenso, muy grande, con muchos, muchos cristianos cientos de ellos, vestidos con una suerte de batas en color gris, era un gris sucio y en algunos el color sus batas era más oscuro que otros, todos totalmente vigilados por los agentes.
Vi hombres, mujeres, y jóvenes, muchos jóvenes y muchos adolescentes de entre once y doce años; había familias enteras.
Vi una mujer que se había quedado por no perdonar a su marido quién fue arrebatado.
También habían personas que nunca fueron cristianas, pero que después del rapto, comenzaron a creer que lo que les dijeron sus familiares era cierto y por eso creyeron, éstos no se dejaron marcar. Ellos solitos decidieron aceptar a Cristo. En ese lugar no vi niños.
Allí les hacían diferentes castigos, los atormentaban todo el tiempo. El lugar estaba equipado con diferentes “máquinas de torturas” para que negaran el Nombre de Jesucristo.
Otros eran castigados con unas varas muy filosas, eran amarrados y les pegaban a latigazos, estos látigos tenían en las puntas algo como una especie de astillas que rasgaba la piel de las personas.
Otra máquina de tortura consistía en quitarles las uñas a sangre viva a los cristianos.
En este lugar no les daban comida, ni tampoco agua, no tenían reposo. Allí solamente había tormento, día y noche. Solo la sección de presos cristianos era así y estaba totalmente separados de las otras secciones.
Entonces vi a una persona que ya no pudo soportar el dolor, y al final negó Cristo, era un hombre de edad adulta. Cuando lo hizo le hicieron firmar un documento, entonces aquel agente horrible le dijo: “buena elección has hecho”.
Pero después de que firmó y había sido marcado en la mano, él ya era propiedad de la bestia.
Habían dos puertas de lo que parecían conducir a otras salas, una a la izquierda y otra a la derecha, le dijeron al hombre: “ahora te daremos libertad”, los agentes lo tomaban lo llevaban hacia la puerta izquierda y cuando cerraron la puerta ya no supe qué paso con este hombre. Lo último que escuché fue cuando le dijeron “ahora es uno de los nuestros” y se reían.
Los agentes se ponían furiosos y le daban más escarmiento y la respuesta era siempre “No, yo soy de Cristo”, y en medio de su debilidad lo único que podía decir era: “soy de Cristo”.
Pero me asombró que cuando esta persona murió, vi al mismo Señor Jesucristo que lo iba a buscar, El lo tomó y lo abrazó. Y fue cuando el Señor le dijo “bienvenido, estas en mi reino”,automáticamente esa bata gris se volvía en un color blanco resplandeciente. Y una felicidad, gozo y alegría indescriptible inundó la vida de este valiente vencedor.
A cada alma que resistía hasta el final, el mismo Señor Jesucristo venía a buscar.
Al final una voz me habló y me dijo esto:
“diles que se arrepientan, antes que sea demasiado tarde, para que no pasen por todo esto”.
Atalaya
Eunice Fincher: Sierva del señor Jesucristo Venezolana pregona los justos juicios del Señor al Mundo.
Fuente: www.rugeelleondelatribudejuda.com
Eunice Fincher: Sierva del señor Jesucristo Venezolana pregona los justos juicios del Señor al Mundo.
Fuente: www.rugeelleondelatribudejuda.com
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